Según prefecto para en reuniones. La prefectura de Cajamarca se ha convertido en un chiste de mal gusto.
Desde que Silver Vandelomar Pérez Alarcón fue nombrado prefecto, el local parece más un cascarón vacío que una oficina del Estado.
Cuándo la prensa llega a constatar, lo único que encuentra es puertas cerradas de su oficina. ¿Así trabaja el representante de Dina Boluarte? Parece que sí.
Vandelomar, natural de Chota, no es un desconocido en la política local: se comenta que su designación fue puro favor político del ministro César Vásquez. Y con ese respaldo, el prefecto hace lo que le da la gana: ausentarse, ignorar y convertir la prefectura en tierra de nadie.
La función de la prefectura debería ser servir de enlace entre el Gobierno y el pueblo. Hoy, en cambio, es un fantasma burocrático, sin gestión, sin autoridad y sin atención. Los cajamarquinos se preguntan: ¿para qué tenemos prefecto, si nunca está?