Una vez más, el alcalde provincial de Cajamarca, Joaquín Ramírez, demostró su falta de respeto hacia la población y la prensa. Consultado por el acto bochornoso protagonizado por un funcionario de su entera confianza, lejos de asumir responsabilidades, respondió con una soberbia barata y un tono de burla que indigna a cualquier ciudadano.
El supuesto candidato pretende lavarse las manos “desconociendo” los hechos, cuando es claro que los escándalos y desmanes de su entorno político lo dejan mal parado como autoridad.
Resulta absurda y vergonzosa la manera cómo Ramírez intenta minimizar un hecho que merece investigación y sanción. Como burgomaestre provincial, se esperaba altura, transparencia y seriedad, pero en su lugar optó por la burla y el desprecio hacia quienes exigen respuestas.
Cajamarca no necesita autoridades con discursos vacíos y actitudes arrogantes, sino líderes que enfrenten la verdad y rindan cuentas.